miércoles, 29 de septiembre de 2010

El lagarto y el camaleón

En las tierras del norte de África existía un pantano sin igual. En él crecían multitud de arbustos y cañas, de diferentes tipos, cada uno de un color y de una forma. El dios de los cielos vio que aquel lugar era tan bello que descendió a la tierra para quedarse a vivir en él.

Pensó que un lugar tan maravilloso merecía ser compartido por otros seres. Para ello, partió cañas y las transformó en personas y animales y los fue acomodando por parejas, hembra y macho.

Surgieron así los hombres blancos, los hombres negros los animales salvajes, las aves, los insectos del bosque y de la pradera, los peces y las demás criaturas de los ríos y de los lagos. Y creó el sol y la luna para que habitaran el cielo y contemplaran desde allí su gran obra. Pensó que el sol podría iluminar el día y la luna vigilar la noche. Levantó los brazos y exclamó:

- ¡Que el sol se muestre de día y la luna de noche!

El dios de los cielos estaba satisfecho. Deseó entonces hacer un últimos regalos a su creación. después de un tiempo de vivir entre sus criaturas, se encontró con un camaleón, al que amaba especialmente, y le dijo:

- Tengo una noticia para todos los seres vivos: ve y diles que nunca morirán.

El camaleón se sintió alagado por ser el elegido para dar tan buena nueva. Se puso en camino mientras movía sus ojos para todos los lados y avanzaba pausadamente.

Cuando sentía calor, el camaleón se paraba a descansar bajo la sombra de los arbustos. Desde ahí desenrollaba su larga lengua y atrapaba toda clase de insectos con los cuales se deleitaba.

- ¡Te estás comiendo mi comida!

-le gritó una rana.

El camaleón no quería discutir con la rana y adoptó un color rojizo para pasar desapercibido entre el follaje.

La rana empezó agritar más fuerte llamando a sus compañeras:

- ¡Se está comiendo nuestra comida!

Y, al instante, una multitud de ranas los rodearon. Como no podía huir, el camaleón se puso del color de la sombra, pero las astutas ranas lo localizaron y brincaron encima de él golpeándole con sus patas:

- ¡Así dejaras de comerte nuestra comida! -exclamaban.........







Pues eso es lo que hay, si quereis terminar el cuento os lo vais a tener que comprar, os pongo la imagen para que sepais cuel es:




Silvia Dubovoy

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